Cuando una emoción no se procesa por completo, puede quedar atascada en el cuerpo y causar enfermedades.
Lo ideal sería que pudiéramos identificar qué sentimos en cada situación, por desagradable que nos resulte.
Pero con frecuencia a las emociones que no nos gustan, o que no podemos aceptar que las estamos sintiendo, tratamos de olvidarlas o rechazarlas.
Y esa es una opción equivocada. Porque no desaparecen, sino que se enquistan y crecen, transformándose luego de un tiempo en una mochila muy pesada.