La menopausia remodela el cerebro

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En estos días, la Administración de Drogas y Alimentos de los Estados Unidos está evaluando la aprobación de un fármaco, llamado fezolinetant, que es la primera terapia no hormonal para tratar la fuente de los sofocos, un síntoma que se ha convertido casi en sinónimo de menopausia y que experimenta el ochenta por ciento de las mujeres que atraviesan la transición.

Muchos investigadores consideran que este es un paso importante que demuestra que, a nivel salud pública, los gobiernos están comprendiendo que la perimenopausia, o sea el proceso de transición hacia la menopausia, no sólo afecta a los órganos reproductivos femeninos sino que también podría sentar las bases para la salud mental en la edad adulta mayor porque se correlacionaría con el riesgo de enfermedades neurodegenerativas, como la enfermedad de Alzheimer.

Puede decirse que, muchos años después de que una investigación determinó que la aparición de los sofocos coincidía con el agrandamiento de algunas neuronas de una zona del hipotálamo (año 1990), en el cerebro, se ha pasado de considerar que la menopausia es impulsada por cambios en el ovario a la noción de que el cerebro puede estar al mando de la menopausia.

La menopausia es gradual

La menopausia se define como el cese de la menstruación durante al menos doce meses consecutivos.

Por lo general se produce entre los cuarenta y cinco y los cincuenta y cinco años de edad.

Pero no se produce de manera súbita, sino que durante muchos años la función ovárica se vuelve irregular, y la producción de hormonas sexuales (estrógeno y progesterona) va declinando lentamente.

Durante ese prolongado lapso (perimenopausia), los circuitos cerebrales que originalmente dependen de la señalización del estrógeno pueden dejar de funcionar.

Y el estrógeno hace mucho por el cerebro.

Estimula la absorción de glucosa y la producción de energía, de manera que en el período perimenopáusico, los niveles de la hormona pueden desplomarse una semana y dispararse a la siguiente.

El resultado puede ser un período de discordia neuronal en el que las células cerebrales se ven privadas periódicamente de estrógeno, pero no durante el tiempo suficiente para forjar las vías necesarias para adaptarse a la vida sin él.

La perimenopausia es también el lapso en el que se presentan muchos de los síntomas característicos de la menopausia. Los sofocos, los períodos irregulares, ansiedad, presión arterial alta y la temida niebla mental que impide la concentración.

Todo lo dicho sugiere que la perimenopausia es un momento clave para intervenir con tratamientos que faciliten la transición a la menopausia, y que podrían frenar el ritmo de las enfermedades neurocognitivas relacionadas con la edad, que se precipitan en la menopausia.

Algunas empresas farmacéuticas ya están trabajando en el tema. Es el caso de una compañía con sede en Tokio que está desarrollando el arriba mencionado fezolinetant.

Tratamientos actuales

En la actualidad, la principal opción para el tratamiento de la perimenopausia es la terapia de reemplazo hormonal (TRH) que consiste en reponer los estrógenos y en ocasiones la progesterona, que comienzan a disminuir durante la perimenopausia.

Pero hay muchas personas que no son candidatas para la TRH, particularmente quienes tienen riesgo de coágulos de sangre o han tenido cáncer de mama.

Y además la TRH generalmente es utilizada años después de que se haya iniciado la perimenopausia, es decir cuando ya la producción de estrógeno incluso ha desaparecido, pero no en el momento de la fluctuación.

Tantos inconvenientes han llevado a varios investigadores a tratar de detectar si, además del estrógeno y la progesterona, hay algún otro factor que influya en los sofocos y, por extensión, pueda mejorar algún otro síntoma perimenopáusico.

Y fue así que en 2011 observaron que la activación del receptor de una molécula llamada neuroquinina B provocaba cambios similares a los sofocos, en ratas de laboratorio. Y descubrieron que un compuesto que evita que la neuroquinina B se una a su receptor celular redujo, aunque no suprimió, los sofocos en mujeres que experimentaban al menos siete por día.

Importancia de la perimenopausia

Quedan aún muchas investigaciones por hacer, pero el problema es que como los sofocos y otros síntomas de los que tanto se quejan las mujeres a partir de cierta edad, no son causales de muerte ni de patologías graves, el financiamiento de estas investigaciones choca con los intereses de los posibles patrocinadores.

Pero los sofocos pueden ser más que un obstáculo para la vida cotidiana.

Son un factor clave que contribuye a los trastornos del sueño que experimentan muchas mujeres durante la perimenopausia.

Y el sueño interrumpido podría estar alimentando otras características no deseadas de la menopausia, como la presión arterial alta, los cambios metabólicos y la ansiedad, aunque algunos estudios sugieren que los niveles bajos de estrógeno también pueden contribuir a despertarse por la noche, independientemente de los sofocos.

Ese es solo uno de los muchos impactos que la reducción de los niveles de estrógeno puede tener en el cerebro.

La disminución de los niveles de hormonas sexuales tiene enormes efectos sobre el metabolismo y el estado inmunitario del cerebro. Y la clave de esto es el papel de los estrógenos en la regulación de la absorción de glucosa, la principal fuente de alimento del cerebro.

Cuando los niveles de estrógeno disminuyen, la actividad metabólica en el cerebro inicialmente se desploma, y luego el cerebro comienza a cambiar su metabolismo de la glucosa a los lípidos, lo cual, según algunos investigadores, puede desencadenar inflamación y contribuir a la confusión mental, o niebla mental, experimentada durante la menopausia, y al consiguiente riesgo de enfermedades de Alzheimer y Parkinson.

Y, se sospecha, todo podría depender de cómo se produce la transición perimenopáusica.

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