Muchos consumidores de marihuana aseguran que luego de consumir la sustancia sienten verdaderos ataques de hambre, y generalmente aseguran que los antojos se centran en productos muy procesados, con alto contenido de azúcar refinado y grasas.

Las personas con cáncer que utilizan cannabis para superar el malestar que les produce la quimioterapia también afirman que les ayuda a alimentarse mejor.

El culpable de esos atracones es el ingrediente activo de la marihuana, el tetrahidrocannabinol (THC).

El mismo que produce el subidón anímico, que es la sensación energizante y motivadora, que puede acompañarse de euforia, alegría y creatividad, que se obtiene al fumar, vapear o ingerir marihuana.

Aunque aún no se sabe bien por qué se produce la necesidad de darse un atracón de alimentos ricos y muy elaborados, una explicación residiría en el hecho de que el cerebro se divide en áreas muy diversas. Algunas influyen en el estado de ánimo y otras en el apetito.

Cualquier droga que consumas se distribuye por todas las áreas, de manera que el THC, en este caso, afectaría por una parte a las áreas relacionadas con el estado de ánimo (subidón) y, por otra parte, a las áreas relacionadas con el hambre (atracón).

Un reciente trabajo, llevado a cabo por investigadores abocados al estudio de los receptores del sistema endocannabinoide en el gusano nemátodo, descubrió que no sólo las personas experimentan antojos tras el consumo de cannabis, sino que también los gusanos lo hacen.

El grupo de investigadores que se planteó cuál podía ser la razón por la cual estos receptores se han mantenido tanto tiempo a lo largo de la evolución de las especies, decidió rociar con THC a un grupo de los gusanos en estudio.

Y obtuvo la misma reacción que se produce en los humanos: la necesidad de ingerir alimentos más calóricos y sabrosos (para el nemátodo) y en gran cantidad.

Frente a estos resultados, podría concluirse que la forma más sencilla de resumir el papel que desempeña la marihuana en el control del apetito es que ayuda al cerebro a garantizar nuestra supervivencia, es decir, a asegurarnos que comamos.

Los humanos tenemos receptores de cannabinoides no solamente en el sistema nervioso central y en diversos órganos, como las papilas gustativas, sino que también disponemos de un sistema endocannabinoide, que juega un papel importante en la alimentación, la ansiedad, el aprendizaje, la memoria y la reproducción.

Dentro del cuerpo humano, los cannabinoides actúan como neurotransmisores.

Se unen a los receptores de cannabinoides (o proteínas detectoras) en el sistema nervioso y otras partes del cuerpo, incluido el cerebro.

Cuando los receptores detectan un cannabinoide, provocan una reacción bioquímica dentro de la célula, y ese es el proceso de señalización.

En última instancia, ese tipo de señalización, a través de una serie de reacciones en cadena que todavía no se comprenden completamente, provoca la preferencia específica de las personas, y también de los nemátodos, por los alimentos altamente calóricos.