El estrés y la ansiedad son términos que a veces se usan como sinónimos, y son reacciones emocionales que las personas suelen confundir.

Aunque están muy relacionados, porque ambos dan lugar a síntomas semejantes, e incluso pueden aparecer juntos, están separados por una débil línea que es importante saber evaluar si se desea establecer el mejor tratamiento posible.

Ambos pueden ser fenómenos adaptativos, siempre y cuando no se prolonguen en el tiempo ni compliquen la cotidianeidad de quienes los viven.

Estrés

El estrés generalmente es causado por un desencadenante externo, y es la respuesta natural ante una amenaza, que provoca una reacción de ataque o huida.

En dosis pequeñas es una fuerza motivadora de cambios y una respuesta adaptativa.

Una persona estresada puede experimentar pensamientos y respiración acelerados y tensión muscular que le permite protegerse del peligro.

Por el contrario, el estrés a largo plazo puede dañar la salud física y mental ya que, entre otras complicaciones, puede alterar el ritmo natural del sueño, debilitar el sistema inmunológico y provocar enfermedades cardíacas, presión arterial alta, trastornos del aparato digestivo y trastornos emocionales.

Algo que diferencia al estrés de la ansiedad es que el estrés se reduce y desaparece cuando se elimina el estímulo que lo provoca.

Además el estrés leve no suele provocar alteraciones en las actividades diarias de una persona.

Ansiedad

La ansiedad es un síntoma del estrés y puede ser un estado mental constante, que incluso suele alterar las actividades habituales de quien lo padece.

En el caso de la ansiedad, las situaciones que la provocan tienen que ver con los factores psicológicos y las emociones, y suele tener su origen en las interpretaciones, que pueden o no ser reales, de esas situaciones.

La ansiedad es una respuesta emocional frente al estrés que continúa, aunque el factor estresante haya desaparecido, y que responde y crece a través de los pensamientos.

Trastorno de ansiedad

El trastorno de ansiedad es una condición de salud mental diagnosticable, que se caracteriza por sentimientos continuos de miedo o tensión.

Es una interpretación irracional sobre un peligro, o una preocupación exagerada.

Hay varios grados de ansiedad y algunas formas van acompañadas de síntomas disruptivos, como ataques de pánico o comportamiento compulsivo.

Los trastornos de ansiedad a menudo coexisten con otros trastornos de salud mental o por uso de sustancias.

El estrés y la ansiedad leves pueden ser superados con técnicas de manejo semejantes: actividad física, dieta nutritiva y variada, y buena higiene del sueño.

Cuando ambas reacciones emocionales no responden a esas simples técnicas de manejo y comienzan a afectar la vida personal y laboral, es necesario recurrir a una ayuda terapéutica especializada.

Un trastorno de ansiedad generalmente persiste durante meses y afecta negativamente el estado de ánimo y el funcionamiento de quien lo padece.

Uno de los trastornos de ansiedad más comunes es el trastorno de ansiedad generalizada caracterizado por una preocupación excesiva y difícil de controlar, que se prolonga en el tiempo.

Otro trastorno de ansiedad muy frecuente es el trastorno de pánico, que se caracteriza por ataques repentinos de ansiedad acompañados por manifestaciones orgánicas como sudor, mareos, náuseas y falta de aire.

Todos estos trastornos se pueden tratar con psicoterapia, medicamentos, o una combinación de ambos.

Uno de los enfoques terapéuticos más utilizados es la terapia cognitiva conductual, que se centra en cambiar los patrones de pensamiento desadaptativos.

Las estrategias de intervención terapéutica son personalizadas y suponen un entrenamiento en la gestión de las emociones para que no den lugar a situaciones problemáticas.