Causas del síndrome de fragilidad del anciano

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Un reciente estudio demostró que las personas que aumentan de peso cuando llegan a la mediana edad tienen más predisposición a sufrir el síndrome de fragilidad del anciano durante su vejez.

Los adultos mayores que son frágiles tienen un mayor riesgo de caerse y lesionarse, ser hospitalizados y experimentar complicaciones debido a esa hospitalización.

Síndrome de fragilidad del anciano

La fragilidad es percibida, por la población en general, como la pérdida de peso y de la masa muscular (sarcopenia), a medida que las personas envejecen.

Pero si al síndrome de fragilidad del anciano se le suma el exceso de peso, la confluencia de ambos trastornos de la composición corporal puede agravar la fragilidad.

El reciente estudio, realizado por investigadores noruegos, concluyó que las personas que tenían exceso de peso al llegar a la quinta década de vida tenían mayor riesgo de sufrir el síndrome veinte años después.

Los adultos mayores frágiles también tienen más probabilidades de necesitar ser ingresados en un centro de atención por el declive de sus probabilidades de ser autoválidos.

Las personas obesas que han acumulado peso alrededor de la cintura son más propensas a desarrollar síntomas de fragilidad, que incluyen agotamiento, fuerza de agarre débil, velocidad lenta al caminar y niveles reducidos de actividad física, señalan los investigadores.

Este estudio monitoreó a más de cuatro mil quinientas personas, a partir de los cincuenta años de edad, durante dos décadas.

Las medidas del índice de masa corporal (IMC), un estimado de la grasa corporal que se basa en la estatura y el peso, y la circunferencia de cintura, se tomaron al principio del estudio.

Las cinturas fueron calificadas como normales para los hombres con menos de 94 cm, y para las mujeres con menos de 79 cm; moderadamente altas si medían entre 94 y 102 cm, para los hombres y 81 a 89 cm para las mujeres; altas si superaban los 102 cm para los hombres y más de 89 cm para las mujeres.

Los participantes con una circunferencia de cintura moderadamente alta o alta tuvieron hasta el doble de probabilidades de ser frágiles en la última visita de seguimiento que aquellos con una cintura normal.

Al final del estudio, las probabilidades más altas de fragilidad se observaron entre las personas que aumentaron de peso o que ensancharon su cintura, en comparación con las que se mantuvieron más o menos en el mismo peso y con la misma cintura a lo largo de todo el estudio.

Los investigadores destacaron que este estudio confirmó lo que se había comprobado también en otros estudios anteriores: que las consecuencias negativas del aumento de la adiposidad que comienza en la edad adulta temprana son de gran alcance y tienen un impacto significativo en la salud general, la capacidad funcional y la calidad de vida en la vejez.

Importancia del estudio

Una de las deficiencias de este estudio fue que los investigadores se centraron solamente en los aspectos físicos de la fragilidad, cuando la mayoría de las personas consideran que la fragilidad implica también una disminución de las capacidades cognitivas y sociales.

De todos modos, es necesario destacar que los hallazgos de este estudio amplían las crecientes evidencias de que la obesidad agrava los deterioros relacionados con la edad en la fuerza muscular, la capacidad aeróbica y la función física.

También es importante recordar que no necesariamente los adultos mayores tienen que padecer el síndrome de fragilidad, porque muchos de los factores que lo producen pueden ser controlados.

La actividad física regular, una nutrición razonable, una higiene adecuada del sueño y el control del estrés, tienen un impacto en el control del peso en la edad adulta.

Por supuesto también deben ser consideradas las razones genéticas y socioeconómicas que pueden impedir lograr un peso saludable, entre las cuales se pueden mencionar el acceso a alimentos de calidad, la educación y la ocupación de las personas.

Aunque no es fácil prevenir la fragilidad en las personas de edad avanzada, y considerando que la expectativa de vida promedio ha aumentado considerablemente, los gobiernos deben planificar con urgencia políticas sanitarias que promuevan estrategias efectivas para prevenir y tratar este síndrome.

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