La definición de feminismo, o cómo una mentira mil veces repetida no se convierte en verdad

Carlos L. Asensio

Durante décadas se ha promovido una falsa idea sobre el concepto de feminismo que ha dañado tanto la imagen de este movimiento como el de las mujeres en general

Cuando la gente oye hablar de feminismo hoy en día, la mayor parte (incluyendo muchas mujeres) se echa las manos a la cabeza y manifiesta lo dañino que ha resultado este “movimiento radical” y, posiblemente, también aproveche para descalificar de alguna forma concreta a todas aquellas personas que se declaran cercanos a esta, por desgracia, todavía excepcional forma de pensar. Pero es importante señalar que este abultado grupo de “anti-feministas” (por llamarlos de algún modo) no es, en ningún modo, homogéneo. Dentro de él podemos encontrar mezclados dos tipos generales de personas.

En primer lugar, podemos hallar a toda aquella gente que se reconoce y declara directamente machista, y que por lo tanto ve todo movimiento femenino como algo negativo y a evitar. A este subgrupo de personas poco tiempo cabe dedicarles, puesto que su postura suele estar clara y aunque nos molestemos en razonar, seguramente nos topemos contra un duro y alto muro de hormigón.

En un segundo subgrupo, y éste me parece tanto o más importante que el primero, podemos encontrar a todas aquellas personas (incluyendo mujeres) que dicen estar comprometidas con la igualdad entre mujeres y hombres y con la necesidad de superar visiones machistas en nuestra sociedad, pero que no se consideran “feministas” de ningún modo.

Cuando uno lee este tipo de argumentos, sobre todo presentes en boca de mujeres conocidas (cantantes, políticas, escritoras), se pregunta: ¿es que acaso no saben lo que es el feminismo? Porque si alguien llega a decir un disparate tal como que defiende la igualdad de sexos pero que no es feminista… es que no tiene demasiado claro qué quiere decir ser feminista.

Y esto nos lleva al problema de raíz en este tema: la enorme e histórica manipulación que ha sufrido este concepto para tratar de convertirlo en algo que no es.

Feminismo vs. hembrismo

Para dejarlo claro antes de entrar en materia: feminismo no es el contrario de machismo. El contrario de macho (palabra de la que viene la palabra machismo) es hembra por lo que, consecuentemente, si alguien quiere referirse a una persona que defiende la superioridad moral del sexo femenino, deberá referirse a ella como hembrista, y no como feminista. Puede que en principio suene raro, pero conceptualmente no existe ninguna duda al respecto.

Por su parte, podemos definir someramente el feminismo como un movimiento que, lejos de defender la superioridad del sexo femenino, sí lucha por la equiparación de la situación (política, social, económica, legal…) de las mujeres con la de sus contrapartes masculinas. Simplemente eso: tener una consideración social, unos derechos, una valoración simbólica que no difiera de la del hombre.

Aclarado esto, cualquier persona con una inteligencia media entenderá que la idea que se ha difundido durante décadas de que el feminismo defendía la superioridad total de la mujer sobre el hombre es una auténtica falacia. Una mentira descarada y absurda para hacer que este movimiento fuera desacreditado, y visto por la gente como una suerte de machismo a la inversa.

La realidad es otra diferente. Desde luego que hay mujeres hembristas (aunque hay muchos más hombres machistas), pero esto no es lo común dentro de nuestra sociedad. La mayor parte de los colectivos de mujeres que son considerados revolucionarios y sexistas, en el fondo simplemente están formados por personas que defienden un principio más que necesario y justificado: la igualdad.

¿Quién tiene la culpa?

Todo esto nos lleva a pensar que el procedimiento utilizado desde medios de comunicación y grupos políticos e ideológicos ha funcionado a la perfección: han conseguido que declararse feminista sea una suerte de lacra, de la que muchas mujeres huyen (especialmente cuando son conocidas) por miedo a ser vistas como reaccionarias.

Sentir, por tanto, vergüenza ajena cuando uno oye a una famosa televisiva manifestarse comprometida con la causa de la igualdad, mientras descalifica y trata de alejarse del concepto de feminismo, es algo bastante común y que no debería sorprender a nadie. ¿Es su culpa actuar así? Quizás en un primer momento no, porque en nuestro ideario mental está demasiado extendida la idea de que ser feminista es lo mismo que odiar a los hombres, defender la supremacía de la mujer, o incluso cosas peores que no es necesario repetir aquí.

Esta explicación hace también más entendibles los múltiples casos de mujeres famosas que dicen desvivirse por la causa de la igualdad entre mujeres y hombres, pero que no crean necesario seguir defendiendo “doctrinas rancias” como el feminismo. Porque entendida la polémica, declararse cercana a un movimiento visto como “reaccionario y radical” es nefasto en términos de marketing y publicidad. Ahí ya entran en cuestión los principios de cada cual, pero desde luego, flaco favor se hacen.

Una vez sabido todo esto, seguir actuando igual o dejar que esta falsedad conceptual siga su curso, es sólo una cuestión de estupidez o de perversión. Porque por muchas veces que se repita una mentira, ésta no se convierte en verdad.

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