Si te cuesta ponerte en movimiento, prueba hacerlo con música

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Si sales a caminar todos los días, o a correr, o bien si realizas alguna rutina personalizada en algún gimnasio, seguramente tienes una canción favorita o un ritmo que te acompaña.

Para muchas personas que corren, levantan pesas o hacen otros ejercicios, la música no es superflua. Es esencial para alcanzar el máximo rendimiento y un entrenamiento satisfactorio.

En los últimos años muchos investigadores se han dedicado a estudiar la relación entre la música y el ejercicio, tratando de comprender cómo la música cambia el cuerpo y la mente durante el esfuerzo físico.

Se ha comprobado que la música ayuda a mitigar la sensación de fatiga en ejercicios de baja y media intensidad. En tanto que en los ejercicios de alta intensidad está ligada con la respiración y otros procedimientos fisiológicos.

La música y el ejercicio: un matrimonio perfecto

La investigación sobre la interacción de la música y el ejercicio se remonta al año 1911, cuando un investigador estadounidense descubrió que los ciclistas pedaleaban más rápido mientras tocaba una banda que cuando estaba en silencio.

En la actualidad ya existe una especialización en psicología de la música del ejercicio, y muchas compañías se dedican a la comercialización de aplicaciones para dispositivos inteligentes destinadas a motivar a quienes practican las más variadas actividades.

A menudo entrenar supone fatiga y dolor y el papel de la música es distraer la mente del dolor causado por la actividad deportiva.

Sin embargo, el rol de la música no sólo es una distracción.

Aunque muchas personas no sienten la necesidad de correr o moverse al ritmo de la música de entrenamiento, la sincronía puede ayudar al cuerpo a usar la energía de manera más eficiente.

Cuando se mueve rítmicamente al compás, es posible que el cuerpo no tenga que hacer tantos ajustes a los movimientos coordinados como lo haría sin señales externas regulares.

Un reciente estudio realizado con ciclistas, demostró que los sujetos que pedaleaban al ritmo de la música requirieron un siete por ciento menos de oxígeno que aquellos que no sincronizaron sus movimientos con música de fondo.

La música, al parecer, puede funcionar como un metrónomo, ayudando a mantener un ritmo constante, reduciendo los pasos en falso y disminuyendo el gasto de energía.

Considerando esos resultados, un grupo de investigadores de la Universidad de Virginia creó un reproductor de música personal que intenta sincronizar la música con el ritmo y la frecuencia cardíaca de un corredor.

Los acelerómetros y un diminuto micrófono integrado en un par de auriculares miden el ritmo del corredor y registran el pulso de los vasos sanguíneos.

El dispositivo transmite los datos que recopila a través de un teléfono inteligente a una computadora remota, que se encarga de elegir la canción más adecuada.

Otro aspecto positivo de la música durante el entrenamiento es que puede ayudar a una persona a continuar ejercitándose aun cuando la rutina que realiza le resulta algo aburrida o bien cuando sienta la tentación de abandonar por cansancio.

Música, movimiento y neuroplasticidad

La música y el movimiento favorecen el incremento de conexiones neuronales entre diferentes áreas cerebrales, lo que afecta tanto a funciones fisiológicas como cognitivas.

Si ambas actividades se realizan simultáneamente, se potencian aún más los beneficios cognitivos.

Resulta difícil, desde el punto de vista neurológico, considerar a la música y al movimiento como dos entidades aisladas.

Se ha demostrado que si estamos escuchando música, aunque lo hagamos tranquilamente sentados, aumenta la actividad eléctrica en varias regiones del cerebro importantes para coordinar los movimientos, pese a que externamente no lo manifestamos.

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